Un deseo para contar
Llegué a Deyá un 10 de setiembre hace un año y medio atrás.
Después de un viaje trunco a Italia pocos días antes de que se desatara la pandemia, en 2021 cambie de destino.
Búsqueda de Google: “lugar más bohemio y lleno de arte en Mallorca”, (si, así soy) respuesta de Google: “Pueblo de Deyá”.
Me tomé el bus desde Palma, el día estaba pesado, el calor aplastaba. Sesenta minutos de viaje, sesenta minutos de los degradés turquesas más increíbles que vi jamás, sesenta minutos para que el mundo se me diera vuelta como una tortilla.
Nos zambullimos entre las sierras, un valle de casitas de piedra y ventanas verdes empezó a asomar. Me baje en destino, apenas levante la mirada me recorrió una electricidad que no había sentido nunca, los ojos se me inundaron. El flechazo fue inmediato y el amor, a primera vista.
Empecé a caminar hacia el Hostal Villa Verde, dónde pasaría el fin de semana. Me recibieron sus dueños, una pareja de veteranos españoles de lo más antagónicos. Luego de una mirada nada sutil de la señora a mi mochila, llegó su marido; ese tipo de ser humano que con el primer hola ya te das cuenta de que es buena gente. Me contó que había sido mercader y había estado más de 30 veces en Uruguay -la señora seguía confundida-.
El lugar era especial, lo mejor, la terraza que daba al valle y abrazaba al pueblo. Me acuerdo como si fuera hoy la tarde que le pedí a la señora agua caliente para el mate; “puedes cogerla del grifo del baño”, me dijo. Imaginen el poema dibujado en mi cara que al poco rato vino con una jarra en las manos.
Hacia el final nos hicimos amigas, me recordó mucho a mi abuela española, esa tosquedad, esa primer respuesta impulsiva a la defensiva que después de bajar barrera, viene acompañada de la acción cariñosa.
En esa terraza volví a escribir, en esa terraza me confundí, pensé que estaba loca, me pregunté, me respondí. En esa terraza me saque varios disfraces que ya nunca me volví a poner.
Una de las noches luego de cenar, me senté en la oscuridad a mirar el cielo. El Universo desnudo, el silencio abrazando, una estrella fugaz, un deseo.
Un deseo para contar, uno que ya se esta cumpliendo. Hasta siempre Uruguay, nos vemos pronto.
Ana.
Terraza del hostal Villa Verde
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